Una alta participación tuvo el primer concurso de poemas «Humedales de Chile», organizado por el Proyecto GEF Humedales Costeros. “Nos parece interesante integrar la cultura y las creaciones artísticas con la generación de conciencia sobre la conservación de los humedales. Es una forma más de relevar el mensaje de protección sobre estos ecosistemas tan importantes para la vida en el planeta, tal como lo hemos hecho anteriormente con concursos de payas, fotografía, dibujos y cuentos”, señaló Claudia Silva, coordinadora nacional del Proyecto GEF Humedales Costeros.
Autores de distintas regiones del país hicieron llegar sus poemas enfocados en los humedales. «Fue interesante leer poemas que variaban en su intención y emoción, según la parte de Chile en donde viven los autores. Desde el sur, mucho más enfocados en las aves, en el paisaje, y desde el norte, en las amenazas y la importancia de proteger estos ecosistemas. Fue muy bonito encontrarse con la diversidad de sensaciones que provocan los humedales», señaló Daniel Álvarez, profesional de la División de Recursos Naturales y Biodiversidad del Ministerio del Medio Ambiente, poeta aficionado, y miembro del jurado.
Por elección del jurado, en la categoría adulto, el poema ganador fue «Humedad tronadora» de Soledad Figueroa (Peñalolén, Santiago), el segundo lugar fue para «Espejo de agua» de Kristel Farías (Peñalolén, Santiago), y el tercer lugar «Humedales universal» de Pedro Antonio Luco (Rancagua). En tanto, la Mención Honrosa, por votación del público, con más de 200 votos, recayó en «Espejo» de Vanessa Marzolo (Pichilemu).
Para la categoría infantil, en tanto, el jurado eligió 3 primeros lugares. «Todos los poemas de niños son muy lindos y los que llegaron tienen todos una esencia maravillosa y única, era imposible o muy difícil elegir un primer, segundo y tercer lugar, así es que los 3 mejores fueron merecedores del primer lugar», explicó la poeta Soledad Fariña, presidenta del jurado.
Todos los poemas finalistas serán parte de un libro ilustrado de poemas que el Proyecto GEF Humedales Costeros está preparando para entregar en las comunidades locales en donde se desarrollan experiencias piloto de conservación de humedales. «Queremos llevar ese sentimiento de amor hacia los humedales y la importancia de su protección a través de las palabras y versos de estos hermosos poemas», añade Claudia Silva.
A continuación, los poemas finalistas:
Primer lugar: Humedad Tronadora (Soledad Figueroa)
No me quites, no
No me quites
de los ojos la belleza del agua.
Dulce verde de los espárragos de mar.
No me quites de mis ojos
¡No!
No me quites
la humedad de la tierra
la delicia flotando en el aire, plena.
Quiero guardar en mi mirada
la pintura rosada de las aves en vuelo,
en mis oídos atrapar los cantos soberbios
y como un trabalenguas pronunciar sus nombres.
Para no olvidar,
para grabar en mi memoria su existencia:
cormoráncoipocisneflamencotaguazarapitogarzagaviotacáhuilfranklincuervodepantanopilpilén
Quisiera perderme en medio del espejo infranqueable del cielo terrestre:
Retratar pequeñísimos puntos blancos,
negros, rosados y multicolores
que componen la conversación de los vivos.
Zig
Zag
Zig
Zag
Aá Aá Aá
Aves trinadoras tronando portadoras de secretos.
No,
no me quites no,
mi residencia eterna.
A mí déjame aquí,
siendo piel de alga
boca de molle
pelo de doca
ojos de junco
corazón de arena
cuerpo humedal.
Segundo lugar: Espejo de agua (Kristel Farías)
Hay pedazos de cielo
que van
a
caer
junto al mar.
Un ave baja
aletea
rema
roza suave
y la línea oscura que dibuja
quiebra el espejo del cielo en la tierra.
La vida contiene la respiración
¿siete años de mala suerte
en cada grieta
en cada junco
cada vez?
El agua que duerme
revierte el hechizo, despierta
arrulla y mece el sonido de la gota.
¿Qué hay al otro lado del espejo?
En el fondo
No tan hondo
Flotan raíces
El hualle, el chupón, el pil-pil
Orillando, humedeciendo la hoja
Besando el agua el Narciso vegetal.
¿Se vuela o se nada en este cielo de agua?
¿Hay nubes
o son olas
o son bosques dentro o afuera?
¿Hay estrellas
o son luciérnagas que titilan
o son miles de solares destellos?
¿Es el viento que sopla
o el mar cercano que ruge
o el río que ya no corre y que finge callar?
Humedal humillación del tiempo
Humildad de nido en tus orillas
Humedad de pomponales y niebla
Humanidad reflejada en tu espejo
sensata en tu permanencia
o asesina desquiciada en tu muerte.
Tercer lugar: Humedales universal (Pedro Luco)
Afluentes fríos de espíritu líquido nacido en las alturas donde la tierra besa al cielo y los relámpagos golpean meridianas cumbres. Infatigable peregrino fluye colmado de caminos cristalinos renunciando ardiente huella sin exhalar gemido. Al sordo rebramar del hombre palpita humilde empapando en vida, hasta que la fiebre del delirio cristalinas venas sintiese hervir enardecida salina sangre, al inevitable abrazo con el mar del pensamiento, el deseo infinito.
A través de subterráneos caminos, valles, lagos y llanuras, resignado a la fuerza de gravedad, humedecido horizonte, límpido humedal percibe alegre caos del hombre golpear tambores al son de la flauta en la espesura de sus orillas colmadas de vida, salvaje hijos danzan celebrando la grandeza inocencia diáfana como el mar, pero al mismo tiempo profundo sin peso corporal de la amante y feraz naturaleza que no es capaz de conquistar.
Necesidades intangibles el hijo del hombre sus secretos desdeñan, mientras aguas más puras que la luz del sol, más profundas, tiernas he infinitas que el azul del cielo besando al mar mortificadas fueron, provocando sed en las solemnes ninfas, secando espíritu que humedece sus frágiles alas perecieron. Hombre renuncia al espíritu, convirtiendo conquista en rastros de destrucción y fuego, buscando atrevidamente la virtud que gratuitamente tus aguas empapan.
Mención Honrosa: Espejo (Vanessa Marzolo)
En este espacio estábamos todos,
incluso tus ojos y nuestras sonrisas,
las nubes también estaban
y todas las aves que volaban por el cielo,
árboles y hasta estrellas,
la luna y el sol completo.
Como en un carnaval,
juglares de siete colores nadaban el cielo
y aladas y translucidas criaturas
dejaban sus trajes de ninfa,
para bordar en vuelo,
una plegaria al humedal.
Era en el frenesí del atardecer
que todos se volvían naranjos,
zorzales, gorriones y golondrinas
y como en un concierto peregrino,
se dibujaban en el aire partituras
que solo ellos podían comprender.
No hubo lugar donde nuestros ojos
no estuviesen.
Sin embargo, hoy no estabas,
ni tus ojos ni nuestras sonrisas,
incluso las nubes ni las aves estaban
y de cenizas se volvieron las estrellas.
¡Frente a todos te has tragado la pena!
y el cielo de testigo no ha llorado tu ausencia,
como espejo roto has quedado
en medio del silencio agónico de los grillos.
No estas y solo me quedan dos ojos húmedos,
unas pocas plumas
y un aguacero de esperanzas.
Finalistas:
La impronta de una humana intromisión (Jael Mical Contreras Cabrera)
Ayer me fui a la carretera, con mis ancestros y el terror;
Quién diría que llegando a la cordillera, una vega donaría hogareño resplandor.
Tardes enteras en pajonales marcaron huellas de animal,
Canales y surcos que anegaban las semillas, brotando en época estival.
¿Pero hasta qué punto el agua puede desviarse?
¿Hasta dónde puede llegar la intromisión?
Ignorante de quienes vienen adelante,
Agotaré los atardeceres con mi devastación.
Hoy camino por paisajes terracota, donde antes la paja escondía a la Zoka.
El Titi me mira inclemente; ya no bendice al ganado más abajo de cierta cota.
¿Pero hasta qué latitud puedo bajar en sin llorar el agote del humedal?
¿Hasta qué punto puede llegar la extracción en las venas del bofedal?
La Nación Aymara me mira de soslayo,
Ellos saben que el equilibrio actúa tal nudo sin fallo.
Unas horas hacia el sur otorgan marismas irregulares,
Ojos de mar de cristalino azul. El cielo reflejado con sus ángeles nadantes.
Siete colores esquivando las furtivas vistas y la brutal fiera.
Los Perritos protegiendo sus polluelos de la niebla.
¿Quién diría que tanta riqueza se esconde en la diversidad?
Exuberante información debiese ser motivo de cautelar.
Y si voy hacia la lluvia ¿aumentará su estado de preservación?
Los pocos Hualves que quedan lloran a través de la urbanización;
Sus troncos de Pitra y Arrayán son cortados para abrigar un pueblo sin nación.
Los Mallines con ganado, ya no soportan las pezuñas. No hay regeneración.
¿Y qué hago con las turberas? ¿qué hago con mi presencia somera?
Esta más escandalosa que grito de Huairavo, más depredadora que Drosera.
Mi presencia humana arrasa con colchones del milenio,
los usa como materia prima, fórmula barata que será fuente de apremio.
Si supiera que mi impronta dejaría huella negra y de carbón,
evitaría surcar la cordillera, tapar los ojos, y causar contaminación.
Si advirtiera los tesoros nativos, y de las relaciones existentes
Preservaría en la memoria la delicadeza del ambiente.
Tunquén (Francisco Valdebenito)
Rozo tus labios salados
en ese lugar donde el mundo se vuelve húmedo
y toda huella no es más
que el fugaz recuerdo de zarapitos
tras haber cruzado los hemisferios.
Beso tu piel dulce
entre la calma y el estruendo de las aguas maternales
la noche oculta chaguales
que como reflejo de cisnes
se vuelven albos luego de entrada la neblina.
Somos un mismo cuerpo
en este istmo de sietecolores
un oasis de geografías que desaparecen
viajeros de juncos y arena
esperando que el mar nos desborde.
Del principio perpetuo (Scarlet Friz)
De sus fuerzas de deidad morena
como un torrente sanguíneo fluirás,
rasgando los brazos de Lucatá,
humedecerás planicie costera
hasta abril tus alas en el mar.
Kiñe ko, eres de ella.
Origen que no debiera tener fin.
La primera, fuente naciente.
Humedal, firme mantente,
aférrate a tu raíz,
principio de tierra guerrera.
De un ojo central, dulce naces.
Recorres y observas omnipresente
sobre y bajo esta tierra, serpenteante.
Humedad de humedal, no desertes.
Mientras huyen perdices, garzas y tordos;
junto a ti, Boca Maule, estoy resistiendo.
Tus venas se secan, el mar está sediento.
Perdemos un agua, me convierto en desierto.
Continúa perpetua, no reflejes menos cielo.
Fuerzas que fluyen,
aguas que alimentan.
Como anfibio reconozco el duelo
y el único camino que queda
junto al humedal, alianza plena.
Broto (Leonel Sánchez)
Provengo de olvidados afluentes
Internado en lo recóndito de la corteza
Broto en lo lejano, tenue y somero
Porto junto a mi la viviente y frágil belleza
Con paulatina irreverencia me abro paso
Entre polvorientos peñascos olvidados en letargo
Los cuales en oportunidad alguna pensaron
Ser la viva composición de un fértil milagro
Seres de luz entonan certeros himnos susurrantes
Que otorgan aires nuevos a mi trazo
Vienen de lugares que cruzan horizontes
Rompen el hastío con un centelleante abrazo
Cual insignia fervientemente colorida
Cada pétalo enciende gloriosos tintes bellos
Dan una tornasoleada orquesta visual
Regocijan hasta el mas frio destello
Vacío estaría todo sin mi verdoso fulgor
Lleno el aire de viviente aroma
Acaricio el vientre pedregoso
Convierto la sequedad en humectante verdad
Gota a gota surtiré mis pozones
Aquellos donde sin aspavientos
Cual multicolor y acuoso espejo
Brilla el resplandeciente firmamento
Encierro en mi interior el grito húmedo terrenal
Burbujeante de alegría empezando a florecer
Anhelo fluir de manera constante y sublime
Ser cristalina sangre que vida entrega sin desfallecer
A los humedales de Chile (María Loreto Jorquera)
Si pudiera protegerlos
de amenazas y atropellos
mecería sus hierbas dóciles
con suaves brisas y céfiros.
Le pediría a la lluvia
los arrullara en invierno,
y que en profunda quietud
crecieran verdes renuevos
de totoras y junquillos,
también de sauces y berros.
Susurraría a las aves
que anidaran sin miedo
en extraordinaria armonía
de convivencia y respeto.
¡Qué permanezcan protegidos!
Pantanos, charcos y esteros,
humedales de aguadulce,
pero también los costeros.
¡Qué los territorios están vivos
por su equilibrio y esmero!
Tu abatida vecindad (Pablo García-Chevesich)
Dotado con el aroma de lo vital, la esencia de la paz y el poder de distender, eres el clímax de lo natural.
Ya casi no existes, pero aún te encuentran en la alta montaña, desde donde lo ves todo, como un mural;
en el río que cruza cada valle y alimenta al campesino;
incluso en la costa, donde observas cada tarde a tu estrella esconderse detrás de tu pacífico vecino.
Con las puertas de tu casa siempre abiertas, te regocijan los festejos, a los que asisten diversos personajes
que danzan no perplejos mientras un grupo de sopranos de alta clase compone su diaria sinfonía,
quienes sin ti a otros barrios volarían, para tocar su música con otros paisajes.
El de abajo, con su suave tez, curioso se asoma con su pequeño vuelo
mientras contigo feliz convive, ocultos bajo tu piso, azul como su opuesto cielo.
Pese a tus cotidianos jaleos, tu barrio es muy tranquilo. Aunque reticentes, tus vecinos empedernidos,
silenciosos observan desde sus lozanos jardines, siempre muy bien mantenidos.
Así, en tu vecindad la música siempre abunda, mientras el adonis sol nutre tu aristocrática sonata,
o la cándida luna y sus tonos más populares con humildad convoca luciendo su corbata.
Eres además acérrimo al aseo, depurando sin descanso tu vital y humilde casa,
regalando sin titubeo agua pura a quien por el río pasa.
Aunque si los pisos de tu gran fachada uno escruta con cautela,
diminutos afectos se divisan, quienes contigo se protegen de quien ose romper tu bella tela.
Eres el hogar de mil seres que se apoyan mutuamente con tu sabiduría,
porque en tu casa siempre hay vida, reina el equilibrio y abunda la armonía.
Pero a menudo se presentan desconocidos trotamundos que tus barrios sucios dejan.
Algunos te recuerdan a comienzos del segundo astro y yo que te valoro, deseando que te protejan,
con frecuencia me pregunto ¿con doce lunas no daría a basto?
Hoy tus acólitos a mil leguas se marcharon y tu casa no está limpia, sino inmunda.
Tus fiestas son carentes, el barrio ya no es como antaño y en muchos de tus lares la vida ya no abunda.
La sed por una piedrecita que energía entrega a otro,
te secó en el cruel desierto exiliando tu rosado devoto.
Colmados desde enero, monolitos de cemento se aprecian en tus bajas bocas
y en lugar de un festejo, más parece un triste entierro al que no asisten ni las focas.
Por más que un centavo, el fruto prohibido sin prudencia se instaló
cortando muchas veces, desapercibido, tus venas que cada invierno por milenios te nutrió.
Son solo ejemplos del colosal tormento que cada día atraviesas con sazón, en una dolorosa conflagración
contra un vulgar esperpento a quien por la fuerza no se vence, sino más bien por la razón.
En la agonía en la cual te encuentras, puedes contar conmigo porque eres la marisma, el manglar,
el pantano, la ciénaga, y la laguna; eres la casa del millón de amigos y nuestro amado humedal,
a quien cuidar debemos o por siempre perderemos.
—
Puedes votar por tu poema favorito hasta el día 22 de mayo en el Instagram del Proyecto GEF Humedales Costeros.