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Estos son los ganadores y finalistas del concurso de poesía «Humedales de Chile»

15/05/2022

Una alta participación tuvo el primer concurso de poemas «Humedales de Chile», organizado por el Proyecto GEF Humedales Costeros. “Nos parece interesante integrar la cultura y las creaciones artísticas con la generación de conciencia sobre la conservación de los humedales. Es una forma más de relevar el mensaje de protección sobre estos ecosistemas tan importantes para la vida en el planeta, tal como lo hemos hecho anteriormente con concursos de payas, fotografía, dibujos y cuentos”, señaló Claudia Silva, coordinadora nacional del Proyecto GEF Humedales Costeros.

Autores de distintas regiones del país hicieron llegar sus poemas enfocados en los humedales. «Fue interesante leer poemas que variaban en su intención y emoción, según la parte de Chile en donde viven los autores. Desde el sur, mucho más enfocados en las aves, en el paisaje, y desde el norte, en las amenazas y la importancia de proteger estos ecosistemas. Fue muy bonito encontrarse con la diversidad de sensaciones que provocan los humedales», señaló Daniel Álvarez, profesional de la División de Recursos Naturales y Biodiversidad del Ministerio del Medio Ambiente, poeta aficionado, y miembro del jurado.

Por elección del jurado, en la categoría adulto, el poema ganador fue «Humedad tronadora» de Soledad Figueroa (Peñalolén, Santiago), el segundo lugar fue para «Espejo de agua» de Kristel Farías (Peñalolén, Santiago), y el tercer lugar «Humedales universal» de Pedro Antonio Luco (Rancagua).  En tanto, la Mención Honrosa, por votación del público, con más de 200 votos, recayó en «Espejo» de Vanessa Marzolo (Pichilemu).

Para la categoría infantil, en tanto, el jurado eligió 3 primeros lugares. «Todos los poemas de niños son muy lindos y los que llegaron tienen todos una esencia maravillosa y única, era imposible o muy difícil elegir un primer, segundo y tercer lugar, así es que los 3 mejores fueron merecedores del primer lugar», explicó la poeta Soledad Fariña, presidenta del jurado.

Todos los poemas finalistas serán parte de un libro ilustrado de poemas que el Proyecto GEF Humedales Costeros está preparando para entregar en las comunidades locales en donde se desarrollan experiencias piloto de conservación de humedales. «Queremos llevar ese sentimiento de amor hacia los humedales y la importancia de su protección a través de las palabras y versos de estos hermosos poemas», añade Claudia Silva.

A continuación, los poemas finalistas:

 

Primer lugar: Humedad Tronadora (Soledad Figueroa)

No me quites, no

No me quites

de los ojos la belleza del agua.

 

Dulce verde de los espárragos de mar.

 

No me quites de mis ojos

¡No!

No me quites

la humedad de la tierra

la delicia flotando en el aire, plena.

 

Quiero guardar en mi mirada

la pintura rosada de las aves en vuelo,

en mis oídos atrapar los cantos soberbios

y como un trabalenguas pronunciar sus nombres.

 

Para no olvidar,

para grabar en mi memoria su existencia:

cormoráncoipocisneflamencotaguazarapitogarzagaviotacáhuilfranklincuervodepantanopilpilén

Quisiera perderme en medio del espejo infranqueable del cielo terrestre:

 

Retratar pequeñísimos puntos blancos,

negros, rosados y multicolores

que componen la conversación de los vivos.

 

Zig

Zag

Zig

Zag

 

Aá Aá Aá

Aves trinadoras tronando portadoras de secretos.

 

No,

no me quites no,

mi residencia eterna.

 

A mí déjame aquí,

siendo piel de alga

boca de molle

pelo de doca

ojos de junco

corazón de arena

cuerpo humedal.

 

Segundo lugar: Espejo de agua (Kristel Farías)

Hay pedazos de cielo

que van

a

caer

junto al mar.

 

Un ave baja

aletea

rema

roza suave

y la línea oscura que dibuja

quiebra el espejo del cielo en la tierra.

 

La vida contiene la respiración

¿siete años de mala suerte

en cada grieta

en cada junco

cada vez?

 

El agua que duerme

revierte el hechizo, despierta

arrulla y mece el sonido de la gota.

 

¿Qué hay al otro lado del espejo?

En el fondo

No tan hondo

Flotan raíces

 

El hualle, el chupón, el pil-pil

Orillando, humedeciendo la hoja

Besando el agua el Narciso vegetal.

 

¿Se vuela o se nada en este cielo de agua?

¿Hay nubes

o son olas

o son bosques dentro o afuera?

 

¿Hay estrellas

o son luciérnagas que titilan

o son miles de solares destellos?

 

¿Es el viento que sopla

o el mar cercano que ruge

o el río que ya no corre y que finge callar?

 

Humedal humillación del tiempo

Humildad de nido en tus orillas

Humedad de pomponales y niebla

Humanidad reflejada en tu espejo

sensata en tu permanencia

o asesina desquiciada en tu muerte.

 

Tercer lugar: Humedales universal (Pedro Luco)

Afluentes fríos de espíritu líquido nacido en las alturas donde la tierra besa al cielo y los relámpagos golpean meridianas cumbres. Infatigable peregrino fluye colmado de caminos cristalinos renunciando ardiente huella sin exhalar gemido. Al sordo rebramar del hombre palpita humilde empapando en vida, hasta que la fiebre del delirio cristalinas venas sintiese hervir enardecida salina sangre, al inevitable abrazo con el mar del pensamiento, el deseo infinito.

A través de subterráneos caminos, valles, lagos y llanuras, resignado a la fuerza de gravedad, humedecido horizonte, límpido humedal percibe alegre caos del hombre golpear tambores al son de la flauta en la espesura de sus orillas colmadas de vida, salvaje hijos danzan celebrando la grandeza inocencia diáfana como el mar, pero al mismo tiempo profundo sin peso corporal de la amante y feraz naturaleza que no es capaz de conquistar.

Necesidades intangibles el hijo del hombre sus secretos desdeñan, mientras aguas más puras que la luz del sol, más profundas, tiernas he infinitas que el azul del cielo besando al mar mortificadas fueron, provocando sed en las solemnes ninfas, secando espíritu que humedece sus frágiles alas perecieron. Hombre renuncia al espíritu, convirtiendo conquista en rastros de destrucción y fuego, buscando atrevidamente la virtud que gratuitamente tus aguas empapan.

 

Mención Honrosa: Espejo (Vanessa Marzolo)

En este espacio estábamos todos,

incluso tus ojos y nuestras sonrisas,

las nubes también estaban

y todas las aves que volaban por el cielo,

árboles y hasta estrellas,

la luna y el sol completo.

 

Como en un carnaval,

juglares de siete colores nadaban el cielo

y aladas y translucidas criaturas

dejaban sus trajes de ninfa,

para bordar en vuelo,

una plegaria al humedal.

 

Era en el frenesí del atardecer

que todos se volvían naranjos,

zorzales, gorriones y golondrinas

y como en un concierto peregrino,

se dibujaban en el aire partituras

que solo ellos podían comprender.

 

No hubo lugar donde nuestros ojos

no estuviesen.

Sin embargo, hoy no estabas,

ni tus ojos ni nuestras sonrisas,

incluso las nubes ni las aves estaban

y de cenizas se volvieron las estrellas.

¡Frente a todos te has tragado la pena!

y el cielo de testigo no ha llorado tu ausencia,

como espejo roto has quedado

en medio del silencio agónico de los grillos.

No estas y solo me quedan dos ojos húmedos,

unas pocas plumas

y un aguacero de esperanzas.

 

Finalistas:

La impronta de una humana intromisión (Jael Mical Contreras Cabrera)

Ayer me fui a la carretera, con mis ancestros y el terror;

Quién diría que llegando a la cordillera, una vega donaría hogareño resplandor.

Tardes enteras en pajonales marcaron huellas de animal,

Canales y surcos que anegaban las semillas, brotando en época estival.

 

¿Pero hasta qué punto el agua puede desviarse?

¿Hasta dónde puede llegar la intromisión?

Ignorante de quienes vienen adelante,

Agotaré los atardeceres con mi devastación.

 

Hoy camino por paisajes terracota, donde antes la paja escondía a la Zoka.

El Titi me mira inclemente; ya no bendice al ganado más abajo de cierta cota.

 

¿Pero hasta qué latitud puedo bajar en sin llorar el agote del humedal?

¿Hasta qué punto puede llegar la extracción en las venas del bofedal?

La Nación Aymara me mira de soslayo,

Ellos saben que el equilibrio actúa tal nudo sin fallo.

 

Unas horas hacia el sur otorgan marismas irregulares,

Ojos de mar de cristalino azul. El cielo reflejado con sus ángeles nadantes.

Siete colores esquivando las furtivas vistas y la brutal fiera.

Los Perritos protegiendo sus polluelos de la niebla.

 

¿Quién diría que tanta riqueza se esconde en la diversidad?

Exuberante información debiese ser motivo de cautelar.

 

Y si voy hacia la lluvia ¿aumentará su estado de preservación?

Los pocos Hualves que quedan lloran a través de la urbanización;

Sus troncos de Pitra y Arrayán son cortados para abrigar un pueblo sin nación.

Los Mallines con ganado, ya no soportan las pezuñas. No hay regeneración.

 

¿Y qué hago con las turberas? ¿qué hago con mi presencia somera?

Esta más escandalosa que grito de Huairavo, más depredadora que Drosera.

Mi presencia humana arrasa con colchones del milenio,

los usa como materia prima, fórmula barata que será fuente de apremio.

 

Si supiera que mi impronta dejaría huella negra y de carbón,

evitaría surcar la cordillera, tapar los ojos, y causar contaminación.

Si advirtiera los tesoros nativos, y de las relaciones existentes

Preservaría en la memoria la delicadeza del ambiente.

 

Tunquén (Francisco Valdebenito)

Rozo  tus labios salados

en ese lugar donde el mundo se vuelve húmedo

y toda huella no es más

que el fugaz recuerdo de zarapitos

tras haber cruzado los hemisferios.

Beso tu  piel dulce

entre la calma y el estruendo de las aguas maternales

la noche oculta chaguales

que como reflejo de cisnes

se vuelven albos luego de entrada la neblina.

Somos un mismo cuerpo

en este istmo de sietecolores

un oasis de geografías que desaparecen

viajeros de juncos y arena

esperando que el mar nos desborde.

 

Del principio perpetuo (Scarlet Friz)

De sus fuerzas de deidad morena

como un torrente sanguíneo fluirás,

rasgando los brazos de Lucatá,

humedecerás planicie costera

hasta abril tus alas en el mar.

 

Kiñe ko, eres de ella.

Origen que no debiera tener fin.

La primera, fuente naciente.

Humedal, firme mantente,

aférrate a tu raíz,

principio de tierra guerrera.

 

De un ojo central, dulce naces.

Recorres y observas omnipresente

sobre y bajo esta tierra, serpenteante.

Humedad de humedal, no desertes.

 

Mientras huyen perdices, garzas y tordos;

junto a ti, Boca Maule, estoy resistiendo.

Tus venas se secan, el mar está sediento.

Perdemos un agua, me convierto en desierto.

Continúa perpetua, no reflejes menos cielo.

 

Fuerzas que fluyen,

aguas que alimentan.

Como anfibio reconozco el duelo

y el único camino que queda

junto al humedal, alianza plena.

 

Broto (Leonel Sánchez)

Provengo de olvidados afluentes

Internado en lo recóndito de la corteza

Broto en lo lejano, tenue y somero

Porto junto a mi la viviente y frágil belleza

 

Con paulatina irreverencia me abro paso

Entre polvorientos peñascos olvidados en letargo

Los cuales en oportunidad alguna pensaron

Ser la viva composición de un fértil milagro

 

Seres de luz entonan certeros himnos susurrantes

Que otorgan aires nuevos a  mi trazo

Vienen de lugares que cruzan horizontes

Rompen el hastío con un centelleante abrazo

 

Cual insignia fervientemente colorida

Cada pétalo enciende gloriosos tintes bellos

Dan una tornasoleada orquesta visual

Regocijan hasta el mas frio destello

 

Vacío estaría todo sin mi verdoso fulgor

Lleno el aire de viviente aroma

Acaricio el vientre pedregoso

Convierto la sequedad en humectante verdad

 

Gota a gota surtiré mis pozones

Aquellos donde sin aspavientos

Cual multicolor y acuoso espejo

Brilla el resplandeciente firmamento

 

Encierro en mi interior el grito húmedo terrenal

Burbujeante de alegría empezando a florecer

Anhelo  fluir de manera constante y sublime

Ser cristalina sangre que vida entrega sin desfallecer

 

A los humedales de Chile (María Loreto Jorquera)

Si pudiera protegerlos

de amenazas y atropellos

mecería sus hierbas dóciles

con suaves brisas y céfiros.

Le pediría a la lluvia

los arrullara en invierno,

y que en profunda quietud

crecieran verdes renuevos

de totoras y junquillos,

también de sauces y berros.

Susurraría a las aves

que anidaran sin miedo

en extraordinaria armonía

de convivencia y respeto.

¡Qué permanezcan protegidos!

Pantanos, charcos y esteros,

humedales de aguadulce,

pero también los costeros.

¡Qué los territorios están vivos

por su equilibrio y esmero!

 

Tu abatida vecindad (Pablo García-Chevesich)

Dotado con el aroma de lo vital, la esencia de la paz y el poder de distender, eres el clímax de lo natural.

Ya casi no existes, pero aún te encuentran en la alta montaña, desde donde lo ves todo, como un mural;

en el río que cruza cada valle y alimenta al campesino;

incluso en la costa, donde observas cada tarde a tu estrella esconderse detrás de tu pacífico vecino.

 

Con las puertas de tu casa siempre abiertas, te regocijan los festejos, a los que asisten diversos personajes

que danzan no perplejos mientras un grupo de sopranos de alta clase compone su diaria sinfonía,

quienes sin ti a otros barrios volarían, para tocar su música con otros paisajes.

El de abajo, con su suave tez, curioso se asoma con su pequeño vuelo

mientras contigo feliz convive, ocultos bajo tu piso, azul como su opuesto cielo.

Pese a tus cotidianos jaleos, tu barrio es muy tranquilo. Aunque reticentes, tus vecinos empedernidos,

silenciosos observan desde sus lozanos jardines, siempre muy bien mantenidos.

Así, en tu vecindad la música siempre abunda, mientras el adonis sol nutre tu aristocrática sonata,

o la cándida luna y sus tonos más populares con humildad convoca luciendo su corbata.

 

Eres además acérrimo al aseo, depurando sin descanso tu vital y humilde casa,

regalando sin titubeo agua pura a quien por el río pasa.

Aunque si los pisos de tu gran fachada uno escruta con cautela,

diminutos afectos se divisan, quienes contigo se protegen de quien ose romper tu bella tela.

 

Eres el hogar de mil seres que se apoyan mutuamente con tu sabiduría,

porque en tu casa siempre hay vida, reina el equilibrio y abunda la armonía.

 

Pero a menudo se presentan desconocidos trotamundos que tus barrios sucios dejan.

Algunos te recuerdan a comienzos del segundo astro y yo que te valoro, deseando que te protejan,

con frecuencia me pregunto ¿con doce lunas no daría a basto?

 

Hoy tus acólitos a mil leguas se marcharon y tu casa no está limpia, sino inmunda.

Tus fiestas son carentes, el barrio ya no es como antaño y en muchos de tus lares la vida ya no abunda.

La sed por una piedrecita que energía entrega a otro,

te secó en el cruel desierto exiliando tu rosado devoto.

Colmados desde enero, monolitos de cemento se aprecian en tus bajas bocas

y en lugar de un festejo, más parece un triste entierro al que no asisten ni las focas.

Por más que un centavo, el fruto prohibido sin prudencia se instaló

cortando muchas veces, desapercibido, tus venas que cada invierno por milenios te nutrió.

Son solo ejemplos del colosal tormento que cada día atraviesas con sazón, en una dolorosa conflagración

contra un vulgar esperpento a quien por la fuerza no se vence, sino más bien por la razón.

 

En la agonía en la cual te encuentras, puedes contar conmigo porque eres la marisma, el manglar,

el pantano, la ciénaga, y la laguna; eres la casa del millón de amigos y nuestro amado humedal,

a quien cuidar debemos o por siempre perderemos.

Puedes votar por tu poema favorito hasta el día 22 de mayo en el Instagram del Proyecto GEF Humedales Costeros.